Los “Modelos de Iglesia” según Dulles.
A lo largo de los años, se ha visto
una disputa sobre qué es la iglesia, cómo se desarrolla, cuál es su
organización, y su relación con el Reino de Dios. Pero podemos afirmar que la creación de la Biblia, la
salvación que tenemos en Jesucristo, y la iglesia que Jesús prometió establecer
(Mateo 16:18) no vinieron por casualidad, sino como una realización del
propósito eterno de nuestro Creador.
Ninguno que conoce la Palabra de
Dios negaría la existencia de la iglesia. Pero, ¿cuál iglesia, entre tantas que
hay? Y, ¿de dónde vinieron tantas? Estas preguntas, como muchas otras siempre
han surgido, y han sido contestadas de muchas maneras diferentes a través de
los siglos. ¿Cuáles han sido los resultados? Millares de denominaciones y
sectas distintas, cada cual dando una respuesta diferente a estas preguntas.
Pero, no escuchemos las respuestas de los hombres, porque no valen nada. Antes
bien, busquemos en la Biblia la respuesta correcta, pues es la Palabra de Dios
y la fuente verdadera de la información divina.
A continuación revisaremos los
principales modelos de iglesia de la actualidad:
La iglesia como institución.
La iglesia es una sociedad por su
misma naturaleza, y por lo tanto tiende a resaltar la forma de gobierno como elemento
formal de esa sociedad. La Iglesia de Cristo no podría realizar su misión sin
ciertos rasgos institucionales establecidos. No podría unir hombres de muchas
naciones en una sola comunidad de convicciones, entrega y esperanza y no podría
ejercer eficazmente su ministerio con respecto a las necesidades de la
humanidad sin la existencia de oficiales responsables y sin el empleo de
métodos de trabajo bien organizados.
De esta manera se afirma que en la
eclesiología institucionalista los poderes y funciones de la Iglesia están
generalmente divididos en tres: enseñar, santificar y gobernar. Esta división
de poderes da lugar a posteriores distinciones entre la Iglesia docente e
Iglesia discente. Iglesia santificante e Iglesia santificada. Iglesia que gobierna
e Iglesia gobernada. Así estos autores dicen: La Iglesia enseña, santifica y
manda identificando en cada caso a la Iglesia misma con el cuerpo gobernante o
jerarquía.
Es bueno determinar los pilares
fundamentales de esta fuerte institución. Según Dulles son tres: (1) la teoría
tiene un fuerte fundamento en los documentos oficiales, puesto que la Iglesia
católica repetidamente ha afirmado que las estructuras doctrinal, sacramental y
de gobierno están fundadas en la revelación divina es muy difícil para el
creyente tomar una posición diferente. (2) La concepción institucionalista al
insistir fuertemente en el elemento de la continuidad con los orígenes del
cristianismo traba importantes lazos entre un presente incierto y un pasado
religioso fuertemente estimado. (3) El modelo institucional ha servido en los
últimos siglos para dar a los católicos romanos un fuerte sentido de identidad
corporal. Ellos sabían claramente quiénes eran y qué tenían que hacer, cuándo
estaban haciendo las cosas bien y cuándo fallaban.
La iglesia como comunión mística.
Emil Brunner decía que la Iglesia,
en el sentido bíblico, no es una institución, sino una fraternidad, una pura
comunión de personas. Siguiendo esta línea, Brunner rechazó toda ley,
sacramento y oficio sacerdotal como incompatibles con el verdadero sentido de
la Iglesia. A través de las obras de Congar uno se encuentra con la idea de que
la Iglesia tiene dos aspectos inseparables. Por un lado es la comunidad de
personas —una relación del hombre con Dios y de los hombres entre sí en Cristo.
Por la otra parte la Iglesia es también la totalidad de las vinculaciones
mediante las cuales se produce la relación de amistad y mediante las que se
hace posible que se mantenga.
El concepto de Iglesia como
comunión armoniza con varias imágenes bíblicas, especialmente con dos imágenes
que han figurado prominentemente en la moderna eclesiología católica: la imagen
del Cuerpo de Cristo y la de Pueblo de Dios. Muchos de los padres de la
Iglesia, incluyendo a San Agustín, desarrollan la imagen del cuerpo de Cristo
con atención primordial en la mística e invisible comunión que liga juntamente
a los que están entrelazados por la gracia de Cristo. Para muchos fines la
analogía del Cuerpo de Cristo y el Pueblo de Dios son cosas equivalentes. Ambos
son más democráticos, de partida, que los modelos jerárquicos. Sin embargo, la
imagen del Pueblo de Dios, de todos modos, difiere de la de Cuerpo de Cristo
fundamentalmente porque nos permite poner una mayor distancia entre la Iglesia
y su divina cabeza. De esta manera podemos afirmar que la Iglesia es vista como
una comunidad de personas, cada una de ellas individualmente libre.
La iglesia como sacramento.
Con el fin de juntar los aspectos
internos y externos en una síntesis inteligible, muchos católicos del siglo XX
han apelado al concepto de iglesia como sacramento. Un punto de vista
excesivamente individual o espiritual de la vida de la gracia lleva a un
entendimiento meramente secular y sociológico de la Iglesia como institución.
La noción de sacramento, por otro lado, combina armoniosamente ambos aspectos.
En varios documentos conciliares,
la adoración sacramental de la Iglesia alcanza una cierta primacía sobre las
demás formas de la vida cristiana. La Liturgia, es la cumbre hacia la que se
orienta la actividad de la Iglesia, y al mismo tiempo es la fuente de la que
dimana todo su poder. Porque el fin de la obra apostólica es que todos los que
han sido hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo vengan a adorar a Dios en
la Iglesia, tomen parte en su sacrificio y coman la Cena del Señor.
La iglesia como sacramento tiene un
aspecto interno y otro hacia afuera. El aspecto institucional o estructural de
la Iglesia (externo) es esencial, puesto que sin él la Iglesia no sería
visible. Se pide la unidad visible entre todos los cristianos porque sin dicha
unidad el signo o comunión que es la Iglesia se fragmentaría en una multitud de
signos desconectados. Por otro lado, el aspecto institucional o estructural
nunca es suficiente para constituir la Iglesia. Los oficios y ritos de la
Iglesia deben aparecer palpablemente como la expresión de la fe, esperanza y
amor del hombre viviente. De otra forma la Iglesia sería un cuerpo muerto más
que una comunidad cristiana viviente. Sería un signo inauténtico, signo de algo
no realmente presente, y en consecuencia, no sería un sacramento.
De esta manera podemos decir que,
la Iglesia es no sólo un signo, sino además un sacramento. Considerada como
institución la Iglesia puede caracterizarse como un signo vacío. No sería imposible
que se perdiera en formalidades y quedara reducida a una concha cerrada más
bien que en una comunidad de gracia.
La iglesia como heraldo.
Este modelo ve a la Iglesia como
garantizada y formada por la palabra de Dios. La misión de la Iglesia es proclamar
lo que ella ha oído, creído y para lo que ha sido comisionada. Este tipo de
eclesiología tiene muchos puntos de contacto con el modelo comunitario que
entiende a la Iglesia como Pueblo de. Difiere de todos modos en que da vigor a
la fe y a la proclamación más que a las relaciones interpersonales y a la
comunión mística. Por lo tanto este modelo es kerigmático, porque considera a
la Iglesia primordialmente como un heraldo: el que recibe un mensaje oficial
con la comisión de transmitirlo. Este tipo de eclesiología está radicalmente
centrada en Jesucristo y en la Biblia como en su testigo primordial.
Una característica de este modelo,
en contraposición con los tres anteriores considerados, es la distinción que
hace entre la Iglesia en su forma terrenal y el Reino de Dios, considerado como
una realidad escatológica. Küng afirma que la Iglesia ni es el Reino de Dios ni
tiene por finalidad construir el Reino o extenderle en la tierra o al menos
trabajar por lograrlo.
La forma de Iglesia que entiende
este tipo de eclesiología es radicalmente congregacional. La Iglesia es vista
como completa en cada congregación; por lo tanto, la Iglesia no depende en su
existencia de ningún tipo de estructura mundial. Los lazos estructurales entre
las comunidades locales pueden ser deseables para promover la mutua
intercomunicación y la amonestación fraterna.
La iglesia como servidora.
La Iglesia es producida por la
acción directa de Dios y se presenta como una especie de mediador entre Dios y
el mundo. Dios viene al mundo a través de la Iglesia e igualmente sucede con el
mundo que viene a Dios a través de la Iglesia: en la medida en que el hombre
cree en la Iglesia, se junta a ella y obedece sus enseñanzas.
El método teológico que acompaña
este tipo de eclesiología difiere de los más autorizados tipos de eclesiología
que nos habían sido familiares en las centurias pasadas. Este método puede
llamarse diálogo-secular: secular porque la Iglesia toma al mundo como un locus
teológico apropiado, y busca discernir los signos de los tiempos; diálogo,
porque pretende operar en la frontera entre el mundo contemporáneo y la
tradición cristiana (incluida la Biblia), más que simplemente en aplicar la
última como medida del primero. La imagen de la Iglesia que mejor armoniza con
esta actitud es la de servidora.
La Iglesia servidora es la
comunidad que confirma a la humanidad en su libertad para enfrentarse al futuro, para denunciar las
pretensiones de creer que determinadas estructuras humanas han llegado a la
perfección y para sufrir con los hombres en la lucha contra los poderes del mal
Además, propone que el apostolado de la Iglesia servidora no debe ser
primariamente confesional de una celebración cultural, sino más bien una
reflexión que discierna sobre la promesa de Dios y su presencia en medio de
nuestra historia. La Iglesia se debe ofrecer a sí misma como uno de los agentes
principales a través de los cuales la comunidad humana mantiene en pie los
valores del Evangelio de Jesucristo: libertad, justicia, paz, caridad,
compasión, reconciliación.
La misión de la Iglesia, en la
perspectiva de esta teología, no es primariamente ganar nuevos adeptos para sus
archivos, sino más bien estar a la ayuda de todos los hombres, sean quienes
fueren.
La competencia especial de la
Iglesia es mantener en pie la esperanza y las aspiraciones de los hombres por
el Reino de Dios y sus valores. A la luz de esta esperanza la Iglesia es capaz
de discernir los signos de los tiempos y de ofrecer orientación y criticismo
profético. En este sentido, la Iglesia promete la reconciliación mutua de todos
los hombres y les inicia en los diversos caminos que conducen al Reino de Dios.
Muchas gracias. ¿Cuál crees que es la repercusión que han tenido los modelos eclesiológicos en la Iglesia? Un saludo
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