¿Avanzamos a hacia una religiosidad popular o hacia una iglesia con identidad encarnada en el pueblo?
¿Avanzamos a hacia una religiosidad popular o hacia una iglesia con identidad encarnada en el pueblo?
En la actualidad, la situación de
la iglesia ha cambiado toda su perspectiva. Vivimos y sufrimos una historia que
no imaginábamos hace algunos años atrás. Esta realidad sorprende al mundo
religioso en América Latina y por lo tanto es necesario estar preparados a esta
serie de cambios. Las sociedades misioneras inglesas y norteamericanas, en su
afán de conquistar el mundo para Cristo, en el siglo XIX provocaron un proceso
de aculturación, es decir impusieron –pues no se puede decir de otro modo- las
costumbres extranjeras vistas como señal de aceptación del evangelio y como la
única y verdadera forma de adoración que Dios acepta. En todo esto, el método
utilizado, no fue el diferente al de los pueblos europeos, utilizaron la
imposición cultural y la manipulación religiosa.
Los cristianos de Latinoamérica,
han experimentado dualismos religiosos que se presentan como abismo entre lo santo, espiritual y lo material. De esta
manera se desarrolló una escasa fe práctica, y de impacto en su vida. Juan A.
Mackay (1988) hace referencia a este período de la siguiente manera:
Fue
en este campo abonado de religiosidad y hambre de Dios donde florecieron las
iglesias evangélicas, portadoras de un mensaje personal, relacional y
accesible, donde la enseñanza y estudio de la Biblia ocupaba un lugar
prominente, entre tanto que las formas cúlticas eran mucho más participativas y
abiertas.
Necesitamos tener claro que, las
iglesias son el espacio donde los creyentes crecen y desarrollan su fe y su
comprensión del Reino de Dios. La Iglesia constituye un movimiento que se ha
preocupado por su expansión cultural y social. Se han hecho presentes en todos
los ámbitos de la sociedad, los cristianos actúan abiertamente, no son
sociedades clandestinas o encubiertas, ni suelen usar sombrillas para ocultar
sus intenciones; están en las calles, en los espacios públicos, en los
estadios, en los cines, en las cárceles y hospitales, sitios en donde no suelen
ir las sectas.
Por lo
tanto es necesario desarrollar y mantener una identidad latina. Puesto que
vivimos es una sociedad consumista donde imitamos patrones de afuera que no se
adaptan a nuestra realidad, y por lo tanto somos presas fáciles. Tenemos un
gran desafío al tratar de vernos como parte de una iglesia con expresión
latina, consientes de nuestras virtudes, defectos y necesidades.
La iglesia
debe vivir el evangelio fuera del templo. Nosotros somos colaboradores de las
acciones divinas. Por lo tanto nos es necesario ser parte activa de este Reino,
pues Dios quiere que seamos “voz de aquellos que no la tienen” es decir de los
grupos minoritarios de la sociedad en la que vivimos, grupos y sectores que la
sociedad ha excluido y marginado. El hecho de que la iglesia muchas veces haya
tomado una posición neutral, es una desobediencia a lo que Dios requiere de
nosotros. Dios espera que asumamos sus mismas causas, las causas de su Reino.
Al respecto Arturo Piedra (2003) dice:
La
latinoamericanización del protestantismo sigue siendo una de las metas más
importantes de un cristianismo de origen misionero cuya renovación demanda a la
iglesia pasar por varias momentos: a) comprender las condiciones que han
llevado al continente a una situación de desproporción y desigualdad social; b)
conocer el legado histórico protestante especialmente su conexión con la
mentalidad de las misiones que trajeron la fe al continente; c) identificar y
superar los aspectos de ese legado que han conspirado contra la creatividad
teológica latinoamericana; y d) clarificar la contribución que se quiere hacer
como comunidad religiosa, tanto a nivel individual como social.
A los
cristianos se nos conoce, principalmente en los países andinos, como el pueblo
devoto que se mantiene en vigilia, ayuno y oración. Pero esto no es del todo
bueno, pues requerimos dar esa misma importancia a nuestra búsqueda tanto
individual como colectiva, esto es cultivar una espiritualidad integral. No
debemos tener una visión dualista, siempre conectados con lo espiritual dentro
de la sociedad a la cual pertenecemos. La dicotomía entre la vida secular y vida
espiritual es un error, pues Pablo nos advierte en Romanos 12:1-2, que nuestra
vida es el culto a Dios.
El desarrollo de la iglesia en Latinoamérica
ha dejado mucho por decir y comentar, respecto a las debilidades de la iglesia
en general. Pero a pesar de esto, no podemos negar el hecho de que la iglesia
sigue siendo la esposa del Cordero. Esto significa alegría para cada uno de
nosotros pues el Señor sigue trabajando
y moldeando a su pueblo. Por lo tanto nosotros estamos llamados a expresar ese
mismo amor y servicio para con ella –no para la estructura religiosa, sino para
la comunidad de miembros, es decir las personas. Debemos servir, amar y anhelar
lo mejor para nuestra iglesia que aún continúa en la construcción de su
identidad, recordando que la transformación plena es la tarea de Jesús y de su
Espíritu Santo.
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