Los israelitas confiaron en Dios y, por eso, cuando marcharon alrededor de la ciudad de Jericó durante siete días, los muros de la ciudad se vinieron abajo. (Heb 11:30 TLA)
Daban vuelta en silencio. El surco de las pisadas en el barro se hacía cada vez más profundo. Era duro no poder hablar y más difícil no estar seguro de cuál era la táctica que su comandante Josué estaba siguiendo. Hacía seis días que daban vueltas alrededor de los muros de Jericó y ahora en el séptimo tenían que dar siete más. Los días anteriores fueron diferentes. Mientras daban la vuelta se podían escuchar las trompetas de los sacerdotes, pero esta vez todo tenía que permanecer en silencio hasta la vuelta número siete.
Imagínense seguir una instrucción loca, sin sentido, pero sobre todo sin hablar; sin embargo ellos siguieron, tal vez por miedo, por seguir al resto, o porque confiaban en que todo iba a salir bien.
A la séptima vuelta, tal como Josué lo había ordenado, sonaron las trompetas y todo el ejército de Israel empezó a gritar a gran voz. En instantes los gritos, los cuernos y las trompetas se mezclaron con el estruendo de los muros de la ciudad que empezaron a derrumbarse. Fue todo un desconcierto para Jericó, las tropas israelitas entraron con el mismo estrépito y pronto la cuidad estaba arrasada. Ni ellos entendían lo que había sucedido.
Yo me hubiese muerto de miedo, no hubiese sabido que pasó, como estoy estudiando Física, me imagino que me hubiese puesto a pensar el por qué se cayeron las murallas, me hubiese puesto a hacer cálculos y todo eso. Pero antes de eso tal vez muchos de los que estaban a lado de Josué se desanimaron, y trataron de desanimar al resto, quiero preguntarles ¿qué hubiesen hecho ustedes, si Josué les decía, “tenemos que dar seis vueltas a la ciudad, para poder vencer”? Tomemos en cuenta que los muros estaban construidos de piedra, de 2m de ancho, 6m de alto y 800m de largo. ¿Y pensar que con seis vueltas, y en silencio iban a poder ganar? ¡Ellos sí que estaban locos!
Pero no queda todo ahí, muchos pudieron haber estado convencidos y confiados cuando empezaron con la primera vuelta, y si no se dejaron convencer por los mismos compañeros de batalla, se pudieron haber dejado convencer por las burlas y por los insultos de los cananeos, que al verlos que solo daban vueltas, les gritaban de todo a los israelitas.
Era evidente que la estrategia no era humana. Dar vueltas por siete días y el último día armar un alboroto para que se cayeran los muros de una de las ciudades más grandes de Canaán no estaba en los cálculos de nadie. No quedaba duda que la táctica no era iniciativa de Josué sino que venía del comandante de los cielos. Todos sabemos que a Él le gusta mostrarnos que no son las tácticas ni las habilidades humanas las que pueden ganar las batallas del pueblo de Dios. Él nos sigue insistiendo que es por la fe y la obediencia que podemos alcanzar la verdadera victoria. Eso fue lo que tuvo Josué para darle la orden al pueblo. Fe y obediencia fue lo que tuvo el pueblo al marchar en silencio y eso es lo que debemos tener si queremos que se caigan los muros de Satanás a nuestro paso.
Alguien me dijo: «Arroja el corazón del otro lado de la pared y el resto lo seguirá». El corazón de Josué ya había visto las paredes caer. No dudó de las aparentemente locas estrategias de Dios y puso su corazón del otro lado del muro. Pronto todo el pueblo lo siguió. Josué no dudó nunca de lo que Dios le tenía preparado, pudo haberse extrañado de la manera en que les iba a dar la victoria, pero nunca dudó; Josué no sabía que le deparaba el futuro, simplemente confió en Dios y en sus planes perfectos.
Yo no sé cuáles son esas murallas a las que debes derrumbar, ni las personas que te dicen que te rindas, pero si te puedo asegurar que TU FE EN DIOS ES LO UNICO QUE TE PUEDE AYUDAR, MANTENTE EN SILENCIO, Y NO DES LA OPORTUNIDAD PARA QUE CHISMES O PALABRAS INOPORTUNAS DEBILITEN ESA FE.
Punto de reflexión
¿Cuáles son las murallas que hoy se interponen para que conquistes lo que Dios quiere de ti?
¿Qué te dice el Espíritu hoy?
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