A partir de la resurrección y ascensión de Cristo, empezaron a reunirse pequeños grupos para recordar la muerte de Jesús de Nazaret en una cruz. Estas reuniones estaban caracterizadas por alabanzas a Dios, participar de una comida especial y porque los participantes compartían todo cuanto tenían. Además en este tipo de reuniones los seguidores de Jesús recordaban hechos que habían visto con sus propios ojos, y reflexionaban sobre sus palabras y enseñanzas. Sin embargo en estas reuniones los únicos que podían expresar sus ideas eran los varones. Las mujeres por su parte se dedicaban a preparar la comida para la cena y a cuidar a los niños para que no interrumpan las discusiones teológicas androcentristas. Cierto día, cuando la reunión estaba en su punto más alto Queila, esposa de uno de los presentes en la reunión, asomó la cabeza desde uno de los cuartos a donde estaban reunidos los hombres, y escuchó una discusión que captó toda su atención. Todos los hombres con...
Enseña estas cosas, y diles a todos que las obedezcan. (1Ti 4:11 TLA)